Unas cuantas luces destellan sobre nosotros colgadas sin orden, todos hablan a mi alrededor, convirtiéndose aquello en una conversación sin sentido, la música suena bien, ganas de bailar se apoderan de mi cuerpo, mientras bebo una cerveza más - ¿perderé el control está noche o todo saldrá bien? -, pongo atención a la plática que se presenta en nuestra mesa dejando que la música de fondo nos acompañe, y se siente bien, se siente bien tenerte de frente, escuchar lo que dices, sin saber que es lo que en realidad sientes o piensas, me causa una sutil conmoción, pero logro disimularlo bien, sonrío, disfruto mientras riendo a carcajadas escucho con atención las anécdotas. Todo va saliendo bien.
Después de unos cuantos tragos, comenzamos a bailar; la plática queda de lado, el sonido de la música nos envuelve en todo su esplendor, nada puede parar, nada puede salir mal. Ahí me encuentro a tu lado, bailando sin importar nada más; una, dos, tres botellas más pasan por la mesa para ser vaciadas por los presentes. La noche sigue, te acercas a mí, puedo sentir tu mano tocar ligeramente mi espalda sin dejar de bailar, tú crees que no lo noto, pero puedo darme cuenta de como cada vez te acercas más, tomando un lugar junto a mí sin poderte despegar, sin necesidad de traer conmigo un imán, permaneces aquí.
No intentas nada más que estar junto a mí, eso me gusta. Mil pensamientos invaden mi mente y comienzo a imaginar, ¿esto está bien?, ¿así debe de ser?, no lo sé pero me gusta, me gustas, así que me dejaré llevar. De repente la música se va, el ruido de los tacones paseando por el piso se comienza a escuchar, dirigiéndose hacia la salida resuenan sin cesar, conversaciones alternas se escuchan a lo lejos, mientras todos esperan el coche que a su destino los haga llegar, bien o mal, ahí estamos. Al llegar el coche indicado arribamos en el y nos conducimos a tu casa porque la noche sigue su curso y no somos nadie para pedirle que se detenga.
En aquella habitación en donde habitaba la calma y el silencio, ahora nos encontramos nosotros reproduciendo un poco de tu playlist favorita para ambientar las diversas conversaciones que tendrán lugar, avanza la madrugada y el frío comienza a adentrarse provocando algunos escalofríos, pero ni eso nos detiene.
Me siento confundida, eres más agradable de lo que alguna vez pensé, escucho tus ideas con atención, sin dejar de apreciar aquella sonrisa traviesa que repentinamente suele aparecer, me pierdo en la conversación, no sé cómo, pero de nuevo lograste acomodarte a mi lado, permitiéndote tomar furtivamente mi mano para entrelazarla con la tuya, me estremezco, las preguntas me rodean de nuevo, ¿qué sucede?, ¿a caso es tu forma de demostrar tu agrado o lo que sea que esto pudiera ser?, nuevamente me atrapas, tienes toda mi intención, dejo de escuchar mi alrededor concentrándome solo en ti, en tu tacto, en tu mirada brillante que logra colapsar mi mente, esto no puede ser mejor.
El amanecer se vislumbra y es hora de partir, no quiero soltarte, no te quiero dejar ir, ese momento me va a perseguir, no sé siquiera si lograré dormir; sin darme cuenta todo a mi alrededor comienza a oscurecer, no sé que sucede. Como un recuerdo distante se reproduce rápidamente en mi mente esa noche en la que quisiera permanecer, una y otra vez se reproduce, la música se acelera, no puede parar, me aturde, me estremece, todo empieza a girar, los sentimientos se desbordan hasta que abruptamente se detienen; en ese momento mis ojos se abren, me encuentro recostada en mi cama, en una habitación conocida, observo mi celular para darme cuenta del día y hora que transcurren, es un miércoles del mes de marzo a las ocho de la mañana, un día normal, nada extraño, excepto por la sensación que mi cuerpo presenta, como si hubiera experimentado algo inesperado, tratando de razonar, mi cerebro despierta y en ese momento me doy cuenta, lo que la dulce experiencia nunca vivida de una noche a tu lado pudo ser, ¿o lo fue?.
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